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sábado, 7 de mayo de 2011

BIOGRAFÍAS DE MUJERES SORPRENDENTES

Helen Keller con Anne Sullivan, de vacaciones en Cabo Cod, julio 1888 (foto redescubierta en 2008).

Hellen Keller
Observen esta sensibilidad, se trata de unos fragmentos de los escritos de Helen Keller, una joven sordo-ciega, siempre me llamó la atención, además de la tenacidad para su recuperación, la cuestión de la percepción. Fíjense que todo el relato es táctil, uno con sus cinco sentidos no alcanza a ser tan escrupuloso en la descripción del entorno. Y cuando se sientan naufragar, recuerden que ya antes lo ha hecho posible.

Transcripción de Eugenia Almallotis de Tefarikis.
No hay amistad más sagrada que la que se entabla entre el alumno y el maestro, y una de las más memorables fue la amistad de Helen Keller (1880-1968) y Annie Mansfield Sullivan (1866- 1936).
La enfermedad destruyó la vista y el oído de Helen Keller cuando ella aún no había cumplido diez años, dejándola aislada del mundo. Durante casi cinco años ella creció, como lo describiría más tarde, ''salvaje y desbocada, riendo y cloqueando para expresar placer, pateando, rasguñando, emitiendo los sofocados chillidos del sordomudo para indicar lo opuesto”.

La llegada de Anne Sullivan a la casa de los Keller en Alabama, desde el Instituto Perkins para ciegos de Boston, cambió la vida de Helen.Sullivan había padecido problemas visuales por una infección ocular de la cual nunca se recobró del todo, y llegó a Helen con experiencia, dedicación y amor a través del sentido del tacto, logró establecer contactos con la mente de la niña, y al cabo de tres años le había enseñado a leer y a escribir en Braille. A los dieciséis años, Helen sabía hablar lo suficiente como para asistir a la escuela y a la Universidad. Se graduó con honores en Radcliffe en 1904, y consagró el resto de su vida a ayudar a los ciegos y sordos, como había hecho su maestra. Las dos mujeres siguieron su notable amistad hasta la muerte de Anne.

Helen Keller escribió sobre su encuentro con Anne Mansfield en su autobiografía, "Historia de mi vida" ("The story of my life'')

''El día más importante que recuerdo en toda mi vida es el día que conocí a mi maestra, Anne Mansfield Sullivan. Me maravillo al pensar en los inconmensurables contrastes que había entre las dos vidas que reunió ese encuentro. Era el 3 de marzo de 1887, tres meses antes de que yo cumpliera los siete años.

En la tarde de ese día memorable, yo estaba en el porche, muda, expectante; la agitación de mi madre y los correteos por la casa me sugerían que estaba a punto de suceder algo inusitado, así que fui a la puerta y aguardé en la escalinata. El sol de la tarde penetraba la madreselva que cubría el porche, y cayó en mi rostro. Mis dedos se demoraban casi inconscientemente sobre las hojas y capullos que acababan de brotar para saludar la dulce primavera sureña. Yo no sabía qué maravillas y sorpresas me deparaba el futuro. La furia y la amargura me habían acechado continuamente durante semanas, y una profunda languidez había sucedido a esta lucha apasionada.

¿Habéis estado alguna vez en el mar en medio de una densa niebla cuando parece que una tiniebla blanca y tangible nos encierra .y el gran buque, tenso y ansioso, avanza a tientas hacia la costa con plomada y sonda, y uno espera con el corazón palpitante a que algo suceda? Antes del comienzo de mi educación yo era como ese buque, sólo que no tenía brújula ni sonda, ni modo de saber a qué distancia estaba el puerto. ''Luz ¡Dadme luz'', era el grito silencioso de mi alma, y la luz del amor brilló sobre mí en esa misma hora.

Oí pasos que se acercaban. Tendí la mano, suponiendo que era mi madre. Alguien la tomó, y quedé atrapada en los brazos de quien había llegado para revelarme todas las cosas y, sobretodo, para amarme.

Esa mañana, después de llegar, mi maestra me condujo a la habitación y me dio una muñeca. La habían enviado los niños ciegos del Instituto Perkins y la había vestido Laura Bridgman, pero yo solo me enteré de esto más tarde. Cuando yo hube jugado un rato con la muñeca, la señorita Sullivan deletreó lentamente en mi mano la palabra'' muñeca''. Ese juego con los dedos me interesó de inmediato e intenté imitarlo. Cuando al fin logré trazar correctamente las letras, estaba embargada de placer y orgullo infantil. Corrí a la planta baja para ver a mi madre, alcé la mano y tracé las letras: m-u-ñ-e-c-a. No sabía que estaba deletreando una palabra, ni siquiera que existían las palabras; solo movía las manos en una imitación simiesca. En los días que siguieron aprendí a deletrear inadvertidamente muchas palabras, entre ellas alfiler, sombrero, gorra y algunos verbos como sentarse, levantarse y caminar. Pero necesité varias semanas con mi maestra para comprender que todo tiene un nombre.

Un día, mientras yo jugaba con mi muñeca nueva, la señorita Sullivan me puso en el regazo mi gran muñeca de trapo, deletreé muñeca y trato de hacerme comprender que esa palabra se aplicaba a ambas. Ese día habíamos tenido una riña por las palabras ''t-a-z-a'' y ''a-g-u-a''. La señorita Sullivan. habia intentado hacerme comprender que '' t-a-z-a'' era taza y que ''a-g-u-a'' era agua pero yo insistía en confundir las dos. Ella había optado por dejar ese tema por un tiempo, para retomarlo en la primera oportunidad. Me impacienté ante sus reiterados intentos y, tomando la muñeca nueva, la arrojé al suelo .Quedé encantada al sentir los fragmentos de la muñeca rota a mis pies. Mi estallido de cólera no fue seguido por pena ni arrepentimiento. Yo no amaba esa muñeca. En el mundo silencioso y oscuro donde yo vivía no había sentimientos fuertes ni ternura. Noté que mi maestra barría los fragmentos a un costado del hogar, y sentí satisfacción por haber eliminado la causa de mi incomodidad. Ella me trajo el sombrero, y supe que saldría a la cálida luz del sol. Este pensamiento -si una sensación sin palabras se puede llamar pensamiento-me hizo brincar de placer.

Caminamos por el sendero hasta la fuente, atraídas por la fragancia de la madreselva que la cubría. Alguien extraía agua y mi maestra puso mi mano bajo el grifo. Mientras el chorro fresco me empapaba una mano, ella deletreó en la otra la palabra agua, primero despacio, después de prisa. Me quedé en silencio, fijando mi atención en el movimiento de sus dedos. De pronto tuve una borrosa conciencia, como de algo olvidado, el estremecimiento de un pensamiento que regresaba; y de algún modo se me reveló el misterio del lenguaje. Supe entonces que ''a-g-u-a'' significaba esa maravillosa frescura que rozaba la mano. Esa palabra viviente despertó mi alma, le dio luz, esperanza, alegría, la liberó. Aun había barreras, es verdad, pero barreras que podrían eliminarse con el tiempo.

Me fui de la fuente ansiosa de aprender que todo tenía un nombre, y cada nombre engendraba un nuevo pensamiento. Mientras regresábamos a la casa, cada objeto que yo tocaba parecía temblar de vitalidad: era porque lo veía todo con la extraña y nueva visión que me había embargado. Al trasponer la puerta recordé la muñeca que había roto. Fui a tientas hasta el hogar y recogí los trozos. Traté en vano de ensamblarlos. Entonces mis ojos se llenaron de lágrimas, pues comprendí lo que había hecho, y por primera vez sentí arrepentimiento y pesar.
Ese día aprendí muchas palabras y aún recuerdo cuáles eran, pero sé que madre, padre, hermana y maestra estaban entre ellas, palabras que harían florecer el mundo para mí, ''como el cayado de Aarón con flores''. Habría sido difícil encontrar una niña más feliz que yo cuando me acosté, al final de esa día memorable jornada y reviví las alegrías que me había traído, y por primera vez anhelé que llegara un nuevo día.


Referencia: Hellen Keller, sordo-ciega, su historia
© Apocatastasis.com: Literatura y Contenidos Seleccionados
Helen Keller (*27 de junio de 18801 de junio de 1968) fue una autora, activista política, y oradora estadounidense sordociega.

Helen Keller nació en Tuscumbia, una pequeña ciudad rural de Alabama, Estados Unidos. Su sordoceguera fue causada por una fiebre en febrero de 1882 cuando tenía tan solo 19 meses de edad. Su incapacidad para comunicarse en tan temprana etapa de desarrollo fue muy traumática para ella y su familia, debido a esto, estuvo prácticamente incontrolable por un tiempo.

A pesar de sus discapacidades, muchos años después daría discursos acerca de su vida, e incluso escribiría libros sobre sus experiencias personales. Todo esto fue posible gracias a la gran ayuda e influencia de su institutriz Anne Sullivan, quien le enseñó a leer y comunicarse con los demás, junto con llevar una vida disciplinada.

Para que aprendiera a escribir, Sullivan le consiguió a su discípula un tablero especialmente diseñado, acanalado de modo que un lápiz podía formar letras.

Para enseñarle a hablar, Sullivan ponía la mano de Helen en su garganta para que pudiera sentir las vibraciones creadas al comunicarse. Sullivan hacía que Helen tratara de formar estas mismas vibraciones. Este procedimiento se utilizó para enseñarle a Helen a hablar desde joven.

Su discurso, sin embargo, seguía siendo confuso. No fue hasta años después que, con la ayuda de la técnica de un profesor de voz y el apoyo de Annie, Helen pudo finalmente hablar de manera clara.

Finalmente Helen Keller fue a la Universidad de Radcliffe y se graduó con honores. Publicó su primer libro en 1902, "La Historia de Mi Vida", el mismo que fue redactado por John Macy.
Hija del capitán Arturo Henley Keller y Kate Adams Keller, Helen nació con la vista y la audición completas. Hoy en día la naturaleza de su enfermedad sigue siendo un misterio. Los doctores en su tiempo la llamaron "fiebre del cerebro", mientras que los médicos de hoy piensan que pudo haber sido escarlatina o meningitis.

Cualquiera que haya sido la enfermedad, por muchos días lo único que se esperaba es que Helen muriera. Cuando la fiebre bajó, la familia de Helen se puso feliz creyendo que su hija iba a estar bien otra vez. Sin embargo, la madre de Helen pronto notó que su hija no podía responder cuando sonaba la campana de cena, o cuando ella pasaba su mano delante de los ojos de su hija. Llegó así a ser evidente que la enfermedad de Helen la había dejado ciega y sorda.

Los siguientes años fueron muy difíciles para Helen y su familia. Helen se hizo una niña muy difícil, aventaba los platos y lámparas y aterrorizaba la casa entera con rabietas, gritos y su mal genio. Los parientes la miraban como un monstruo.

Pero su familia - y ella misma - no se resignan con ese destino, y lo fueron superando a fuerza de voluntad y constancia, y gracias también a tutores y amigos que la ayudaron; entre ellos, Anne Sullivan.

Anne Sullivan fue su profesora personal, y amiga de toda la vida. Anne le ayudó primero a controlar su mal genio, y después le enseñó a leer, en primer lugar con el alfabeto manual táctil y más adelante, con el sistema Braille, a escribir de forma normal y a través de las máquinas de escribir en Braille.

Helen fue a la escuela de Cambridge para señoritas desde 1896 y en el otoño de 1900 entró en la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sordociega que podía alcanzar el reto de presentarse y transitar en una Universidad.

La vida en Radcliffe era muy difícil para Helen y Anne, y la cantidad enorme de trabajo condujo al deterioro de la visión de Anne.

Durante su tiempo en la universidad Helen comenzó a escribir sobre su vida. Ella escribía la historia en Braille y en una máquina de escribir normal. Fue en este tiempo que Helen y Anne resolvieron con Juan Albert Macy que él debía ayudar a corregir el primer libro de Helen ("La historia de mi vida"), el cual fue publicado en 1903 y aunque al principio no fuese exitoso en ventas, se convirtió más adelante en una obra clásica.

El 28 de junio de 1904 Helen se graduó "Con Honores" de la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sordociega en obtener un título universitario. Ese mismo año en la exposición de San Luis habla por primera vez en público.

Helen y Anne iniciaron en los años siguientes una gira de charlas y conferencias sobre sus experiencias. Helen contaba su vida y su discurso era interpretado frase a frase por Anne Sullivan, lo que siempre generaba sesiones de preguntas y respuestas acerca de sus historias. A causa de sus viajes, Helen y Anne buscaron una nueva forma de vivir a través de sus conferencias y la venta de sus obras literarias.

En 1918 la demanda de sus obras había disminuido, pero ellas seguían viajando con más interés, mostrando las cosas increíbles de Helen, como la primera vez que entendió el significado de la palabra "agua". Ese año Helen, Anne y John (Esposo de Anne), se trasladaron a Forest Hills en Nueva York. Helen usaba su nueva casa como la sede para consecución de fondos de la Fundación Americana para Ciegos.

Ella no solo recolectaba dinero, también hacía campañas para mejorar la calidad de vida y las condiciones de las personas ciegas, quienes eran rechazados y erróneamente educados en asilos. Su insistencia fue uno de los factores importantes para que las condiciones de éstos cambiaran.

En 1957 fue presentada por primera vez "La trabajadora milagrosa" un drama donde Anne Sullivan muestra sus primeras formas de comunicación cuando Helen era una niña, fue la primera aparición en televisión en los Estados Unidos. En 1959 esta obra fue presentada en Broadway y llegó a ser un éxito por casi dos años.

En 1962 se realizó otra película en donde las actrices que hacían el papel de Anne y Helen recibieron premios Oscar por sus actuaciones.

En octubre de 1961 Helen sufrió el primero de una serie de accidentes cerebro vascular, y su vida pública se fue cerrando. En los últimos años de su vida se dedicaría entonces a cuidar su casa en Arcan Ridge.

En 1964, Helen fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Amistad, el más alto premio para personas civiles otorgada por el presidente Lyndon Johnson. Un año más tarde fue elegida como La mujer del “Salón de la Fama” en la Feria Mundial de Nueva York.

Poco antes de su muerte en 1968, a la edad de 87 años, Helen Keller le dice a un amigo: "En estos oscuros y silenciosos años, Dios ha estado utilizando mi vida para un propósito que no conozco, pero un día lo entenderé y entonces estaré satisfecha."

El primero de junio de 1968, en Arcan Ridge, Helen Keller muere mientras dormía. Su cuerpo fue cremado en Bridgeport, Connecticut, y su funeral se realizó en la Catedral Nacional de Washington DC. La urna más tarde sería llevada a un lugar cerca de donde descansaban los restos también de Anne Sullivan y Polly Thomson.

fuente: wikipedia.




Amelia Earhart
Desde 1937, año en que desapareció la aviadora en el Pacífico Sur, muchas notas de prensa han sido escritas tratando de descifrar el enigma de su desaparición, incluso se ha especulado sobre la captura en aire de la aviatriz, como solían denominarla, por aviones japoneses o sobre la aparición de restos óseos en islas aledañas al lugar en el que se supone tuvo lugar el siniestro. Se han llevado a cabo sendas expediciones en búsqueda de los restos del avión pero aún es una pregunta sin respuesta.  Amelia es un símbolo de la emancipación de la mujer en el siglo XX al desarrollar competencias que hasta el momento sólo eran permisibles para los hombres.

(Atchinson, 1898 - Pacífico Sur, 1937) Aviadora norteamericana. Se hizo célebre por ser la primera mujer en realizar la travesía del Atlántico en solitario y la primera persona en volar con éxito entre la isla de Hawaii y el territorio continental de Estados Unidos. Cursó estudios superiores en la Universidad de Columbia (Nueva York) y completó su formación en los cursos de verano de la Universidad de Harvard. Durante la Primera Guerra Mundial sirvió como enfermera en un hospital de campaña canadiense. Posteriormente trabajó como asistente social en Boston (Massachussetts).
Saltó a la fama cuando, el 17 y 18 de junio de 1928, se convirtió en la primera mujer en realizar como pasajera la travesía del Atlántico, en un avión comandado por los pilotos Stultz y Gordon que recorrió los 3.200 kilómetros que distan entre Terranova y Gales. Ese mismo año realizó varios vuelos en solitario a través de Estados Unidos. En 1931 contrajo matrimonio con el afamado editor y explorador George Palmer Putnam, pero decidió conservar su apellido de soltera.
Entre el 20 y el 21 de mayo de 1932 realizó en solitario la travesía del Atlántico. Fue la primera mujer en completar sin acompañantes este peligroso viaje, proeza que no había vuelto a producirse desde el histórico vuelo de Charles A. Lindbergh en 1927. Earhart estableció entonces una nueva marca de velocidad, al alcanzar Irlanda en apenas trece horas y cincuenta minutos. Fue galardonada por el Congreso de Estados Unidos con la Cruz Distinguida de Vuelo, la primera otorgada a una mujer. En los meses siguientes realizó diversos vuelos de costa a costa de Estados Unidos, como el que la llevó de Los Ángeles (California) a Newark (Nueva Jersey). Su celebridad le permitió promover el uso comercial de la aviación y defender, desde una postura feminista, la incorporación de las mujeres a este nuevo campo profesional.
En enero de 1935 llevó a cabo en solitario la travesía entre Honolulú (Hawaii) y Oakland (California), recorriendo una distancia superior a la existente entre Estados Unidos y Europa. Fue el primer piloto en completar con éxito este difícil viaje sobre aguas del Pacífico, ya que los anteriores intentos habían concluido en desastre. A fines de ese mismo año estableció un nuevo récord de velocidad, volando sin escalas entre Ciudad de México y Nueva York en algo más de catorce horas.
En 1937 anunció que intentaría dar la vuelta al mundo utilizando una ruta distinta a la habitual en estas travesías. En efecto, los viajes en avión alrededor del mundo se habían desarrollado, hasta entonces, en cortas etapas a través de los cielos del hemisferio norte. Earhart intentaría, junto a su copiloto y navegante, el capitán estadounidense Frederick J. Noonan, circunvolar el globo siguiendo la línea del ecuador, en un bimotor Lockheed Electra. Iniciaron el viaje el 1 de junio de 1937, volando desde Miami (Florida) hasta Sudamérica; de allí a África y posteriormente a las Indias Orientales.
Tras haber completado 33.000 kilómetros en treinta días, más de los dos tercios de la travesía, su avión desapareció en medio de un temporal el 2 de julio, cuando realizaban la penúltima etapa del viaje, que habría de llevarles desde Lae (Nueva Guinea) a la isla Howland, junto a Australia. La desaparición de Amelia Earhart y de su experto copiloto fue motivo de numerosas y a menudo fantásticas especulaciones, pero hasta hoy día se desconocen las circunstancias del accidente y el lugar exacto donde éste se produjo, aunque se calcula que pudo ocurrir en un punto a 4113 kilómetros de la isla Howland. Poco después de su desaparición, su marido publicó un libro basado en el diario de vuelo del último viaje de Amelia.
 

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